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El Valle no se detiene

lunes, 13 de noviembre de 2023

URIEL FRANCO (EL ÑATO), UN CERRITEÑO CON EL MEJOR OLFATO MUSICAL PARA EMBRIAGAR EL GUSTO Y EL ESPÍRITU DE SUS CONTERTULIOS.

Por: Diego Antonio Carvajal Peña.
Unos horas antes de que finalizara la última contienda electoral me abordó uno de los aspirantes a un puesto de elección popular del municipio de El Cerrito y me preguntó: Profesor, en el hipotético caso de que usted fuera elegido alcalde, cual sería su primera realización; le respondí: Saldría a la plaza pública a buscarme un local para traerme al “Ñato” y su tesoro musical recaudado en las estanterías del Bar Argentino. No fue de su agrado mi propuesta, tal vez porque en los alrededores del parque están asentados varios de ellos y por haber asociado ruido con ausencia de cultura ciudadana. El caso es que si uno mira los pueblos turísticos de zona cafetera son los bares, donde hay grandes colecciones de música de antaño en vinilos o pasta, los sitios más concurridos por los turistas.

La gente quiere recobrar las historias de abuelos y progenitores, no en la cómoda y tranquila sala de sus hogares, sino en los concurridos lugares donde al son de la música se hacían negocios y se consumían unos generosos tinteros de aguardiente. Es más, poder compartir con su compañera y amigas unos sorbos de nobleza alegría, lo cual no era mal visto. Espero que su esposa y descendencia sepan apreciar la valiosa herencia que les ha legado Uriel, representada en el caudal de música que heredó de su padre y que supo acrecentar durante su vida.
Se va con él la cantidad de secretos que políticos y gente del común, que con unos cuantos tragos en la cabeza hablaban con sonoras voces y daban a conocer sus actividades más allá de lo permitido. El Bar Argentino, era por decirlo de alguna manera, el sitio de remate después de un largo recorrido por la antigua zona rosa de El Cerrito, que comenzaba en la cantina Gallo de Oro, conocida como “La pico”, continuaba por la del “Costeño” y terminaba en esa época en la Capilla, edificación que tenía un frontis muy parecido a un recinto religioso. Todo el mundo la conocía como la zona, más tarde se amplió un poco hacia el norte con las cantinas de los Mangos y los Nísperos, cuyos nombres se deben a la presencia de estos árboles frutales al interior del establecimiento público.
El Bar Argentino era exclusivamente para escuchar música. La había clásica para gustos muy refinados, la cual llenaba el salón en momentos en que la concurrencia era mínima; boleros, rancheras y tangos casi siempre, especialmente los fines de semana cuando las personas mayores recibían sus mesadas; baladas y tropical cuando los muchachos en vacaciones del colegio Jorge Isaacs recibían su paga por la cogida de algodón. Uriel, una persona tranquila y educada, no en las aulas de un colegio, sino con la belleza y profundidad de las canciones de Agustín Lara, Orlando Contreras, Carlos Gardel, Julio Sosa, Daniel Santos, Javier Solís y todos los cantantes de la vieja guardia que nos podamos imaginar. Uriel, viajero incansable en la melodía de tu discoteca, encontraste en La Ciudad Cariño y en la Tierra del Paraíso (1966-2023), la tranquilidad que da esta bóveda azul del firmamento cerriteño. Gracias.

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